domingo, 21 de marzo de 2010

Soledad

-Yo soy la soledad de Manuel Acuña. Vivo junto a él cada momento de su vida, porque aunque lo rodean muchas personas, realmente Manuel siempre está conmigo. Es decir, tiene a mucha gente con él, pero a nadie en el corazón permanentemente. Por supuesto que si alguien llega a estar ahí alguna vez yo moriré, pero para eso vivimos las soledades, para morir contentas y satisfechas cuando nuestros acompañados encuentran a su persona ideal.

“Por lo general iniciamos nuestra convivencia junto a los hombres y mujeres cuando comienzan a fijarse en el sexo opuesto como posibles compañeros de por vida. Por eso, las primeras soledades de la gran mayoría de las personas viven muy poco, todo por culpa de los continuos y fugaces enamoramientos adolescentes.

“Manuel es de esas personas especiales en la vida. Puede ser que a primera vista parezca algo aburrido y carente de ambiciones, pero las tiene. Quizá sean fantasías, pero lo mucho que tengo de conocerlo me permite decir con total autoridad que va a lograr ser alguien. Siempre ha sido algo obsesivo, cuando se interesa en algo lo estudia a profundidad, por eso pasa contándole a la gente datos que vio en la televisión o leyó en alguna parte, informaciones que la gran mayoría consideraría innecesarias para el día a día de cualquier mortal. También es bastante paranoico, por eso me gusta pensar que de haber estudiado para paleontólogo habría revolucionado la ciencia, de un huesito diminuto podría imaginar el dinosaurio más fantástico nunca antes registrado, al igual que hace con las pistas que va encontrando en su rutina normal. Pistas, él ama las pistas y la semiótica, estudiar los signos de las cosas, asuntos como esos. A lo mejor incluso esa es una de las razones que alejan a muchas mujeres, imagino que algunas de ellas piensan que “este tipo no hace cosas normales, ¿qué clase de hombre es?”, y entonces se alejan buscando algo más seguro, más emocionante o menos intimidante, no sé. Creo que al final, este podría ser un punto a favor, si llega a conocer a alguien que de verdad vea más allá de su supuesta comodidad excesiva y esa falta de ambición que yo no creo padezca. ¡Pero cómo le ha costado! Aunque imagino que matarme a mi tampoco debe ser muy fácil cuando se es diferente a la mayoría de gente, cuando ni siquiera yo sé de donde puede haber salido un tipo así.

“Claro, yo no soy la primera soledad de Manuel. Hace años él mató a la primera que tuvo, y lo hizo con una hermosa mujer de cabello rojizo, con la cual convivió casi dos años. Fueron felices, pero no eran el uno para el otro, por lo menos eso creo, porque al final la pelirroja lo dejó por un tipo entrado en años y con dinero en demasía. Ahí fue cuando nací yo.

“Hoy Manuel tiene treinta y cuatro años y me ha provocado varios sustos dignos de infarto. Una vez se enamoró de una preciosa veinteañera que terminó rompiéndole el corazón justo antes de que a mi me dieran los primeros síntomas de muerte. Así es que hoy, si voltea a ver a una morena de largas piernas en la calle, si le sonríe a la rubia que lo observaba con picardía en el autobús, si estrecha la mano de su compañera de trabajo un segundo más de lo que debe… yo tiemblo un poco. Todos los días nos topamos con una potencial asesina de su soledad, que como ya mencioné, soy yo. No me malinterpreten, quiero lo mejor para Manuel, o Manu, en confianza. Como dije antes, las soledades somos un poco suicidas y morimos gustosamente con tal de ver felices a quienes acompañamos por un tiempo.

“Vivimos muchas cosas juntos: muy frecuentemente vamos a visitar a sus padres adoptivos y a las casas de sus varias amistades. Aunque he de confesar que estas últimas no me gustan mucho, siempre existe el peligro de que alguno de sus amigos le presente a una amiga bonita, que resulte ser ella. También voy con Manuel al cine, al teatro, al estadio, al parque, al trabajo y por supuesto lo acompaño horas y horas en su propia casa, un bonito lugar en un barrio cercano al centro de la capital, muy adecuado para la vida de soltero de mi querido acompañado. Me encanta verlo asomado a la ventana por las mañanas, mientras fuma el primer cigarrillo del día, justo después del café y las tostadas. Me encanta verlo cuando duerme en las tardes lluviosas y cuando sale a pasear solo porque sí. Es en esos momentos que caigo en la tentación de provocarle un suspiro, o muchos.

“Sin embargo, ahora estoy preocupada, últimamente me he pasado algunas horas en vela a su lado, preocupada por mi futuro. Y es que he oído algunos cuentos de hombres y mujeres que terminan sus días junto a su soledad de turno, pero temo que en mi caso, sin quererlo me he acostumbrado demasiado a la compañía de este hombre que me llena tanto. La costumbre es tan grande que creo podría decir he comenzado a enamorarme de este hombre. Por eso pido, todos los días, pido al cielo –y se que suena muy egoísta decirlo- que ninguna mujer se fije en Manuel; que ninguna mujer descubra de lo que se pierde al pasar de largo suyo, al no mirar en sus ojos profundos. Pido y suplico al cielo que Manuel sea solo para mi, una soledad egoísta y quizás hasta cruel, que se enamoró de su compañero de turno en la vida.

2 comentarios:

Ana dijo...

Me encantó... es la primera vez que vengo por acá, pero esto me sacó varias sonrisas

Edward dijo...

Hey, muchas gracias! Que dicha que te gustó!
Sos bienvenida cada vez que querás darte la vuelta por acá.