sábado, 14 de noviembre de 2009

Fragmento de "El pibe que arruinaba las fotos", de Hernán Casciari

"El profesor de rugby era amigo de Roberto, porque mi padre era amigo de toda la gente que transpiraba por placer. Se llamaba Carlos López Escriva, llevaba un silbato colgado al cuello, una camiseta con las rayas horizontales y en la cara un gesto de militar destituido.
-Acá te traigo el paquete -dijo Roberto, como si yo fuera cinco gramos de cocaína -. A ver si te sirve.
El profesor de rugby me miró la espalda, me arqueó los hombros, me palpó los tobillos y me clavó los ojos.
-¿Cómo te llamás?
Yo parpadeé cuatro veces. En aquella época se me había dado por insultar a la gente en clave Morse, para que nadie se diera cuenta. La clave Morse era un invento mío: tres parpadeos cortos era 'la puta' y uno largo 'que te recontra mil parió'.
-Se llama Hernán y está dormido -dijo Roberto -¿Cómo lo ves?
El entrenador me sopesó de arriba a abajo:
-Tiene cuerpo de pivote -sentenció.
Por falta de experiencia en deportes y en zoología, imaginé que pivote era un animal patagónico. Debe ser una especie de foca gorda que come algas, deduje. Por lo tanto, la frase "tiene cuerpo de pivote" me sonó ofensiva, y parpadeé ocho veces con muchísima rabia."

Este es el libro que me estoy leyendo hoy. No llevo ni la mitad y ya me ganó. Recomendado.

martes, 10 de noviembre de 2009

Convenciones sociales para caminar por las aceras de San José

Tenemos que ser realistas, en Costa Rica y más específicamente en el centro de San José los peatones, como peatones sociales somos pésimos. 

Por eso, teniendo ya algunos años de experiencia como uno más en la calle quise recuperar algunas convenciones, observaciones o costumbres que pueden resultar interesantes de anotar o tener en cuenta.


1. Ojo al doblar las esquinas traen sorpresas. Siempre. Y de todo tipo.
2. Ojo con los huecos en las aceras. Los repuestos para los tobillos escasean en estas épocas... o son muy caros.
3. Nunca confíes en la tabla de madera que tapa un hueco. La humedad de las lluvias las debilita y elimina su utilidad. Lo peor es que no te dejan ni siquiera adivinar la distancia a la que te vas a caer, y por consiguiente la fuerza del golpe. 
4. Cada vez que te topés a una mujer muy bonita, podés detenerte a verla caminar y con eso parecer un pachuco. O también podés abrir la boca, decirle algo y comprobarlo en público, siempre se puede elegir.
5. Evitá a toda costa caminar detrás de un fumador. A menos que querás fumar y no tengás plata para comprar una cajetilla. Al fin y al cabo resulta ser casi lo mismo.
6. Regla de Murphy para peatones: cuando más urge llegar a algún destino es cuando más luces rojas vas a encontrarte en los semáforos.
7. La película que se estrene este próximo viernes en los cines se estrenó hace 15 días en el bulevar de Avenida Central. Aplica también para producciones nacionales, los éxitos de Michael Jackson, clásicos de la Sonora Santanera, Vicente Fernández o la colección de Pixar.
8. Siempre cargá algunas monedas a mano. Alguien te las va a pedir en el camino o la parada de bus... o dentro del bus.
9. Regla de Murphy para peatones: el día que más limpio andés es el día que de casualidad encontrarás algo que te guste en una vitrina.
10. A veces te detenés para no chocar con alguien. Si te corrés a la izquierda para darle paso es muy posible que la otra persona piense lo mismo, al mismo tiempo (50% de posibilidad de hecho). La acción puede repetirse hasta el cansancio, hasta que finalmente te dé el cerebro para quedarte quieto, que el otro se mueva y puedan avanzar los dos.
11. Regla de Murphy para peatones: la prisa que tenés en tu camino es inversamente proporcional a la posibilidad de encontrarse a una señora que camina lento bloqueando el poco espacio que hay entre la pared de una tienda y los benditos kioscos de las esquinas.
12. No volvás a ver hacia arriba para mirar la arquitectura mientras caminás. Si lo hacés solo lograrás parecer a alguien de campo visitando San José por primera vez, ¡y eso no se puede dejar notar... Dios guarde! (Nota: por si no lo notaron, se los dice alguien de campo).
13. Si vas a esperar a alguien frente a McDonald's y te sentás debajo de una lámpara no te quejés cuando la paloma sentada arriba te deje caer un regalito. Vos te lo buscaste... ¿por qué no te fijás?
14. Cuando llueve, todo trayecto se transforma en una batalla por espacio, que obviamente ganará el paraguas más grande. Es decir, comprate un paraguas enorme para el próximo invierno.
15. Disfrutá la caminata. Observá las historias y divertite con los gestos de la gente.


domingo, 1 de noviembre de 2009

"Amigo" (Parte 2 y final)

Previamente en "Amigo"

Le sostuve la mirada y descubrí entonces lo mucho que seguramente para ese momento le ha llegado ya el ron y cualquier otra cosa que andaba en su organismo. En ese momento me sentí seguro, siempre he pensado en que lo más importante en un caso de asalto son los reflejos del tipo que lo hace, y este flaco, aún siendo unos diez o cinco centímetros más alto que yo no resultaría problema si tuviera que defenderme en ese momento. Y no es que yo sea un tipo grande o robusto, muy por el contrario, carezco de ambas características.


Continuación

31 de octubre, Paseo Colón, 6:20 p.m. aprox.

Unos segundos después me extendió no el puño sino la mano y se la dí, para ver si así me dejaba en paz, pero el tipo haló mi mano hacia él y no le vi intención de soltarme mientras me hablaba de nuevo:

-Compa, yo no lo voy a joder, si así fuera ya lo hubiera hecho y lo hubiera dejado ahí sentado, pero no…

En ese instante sentí un arranque de cólera y a la vez me quise reír, por la amenaza solapada. Pero no respondí en ninguno de esos sentidos.

-Suélteme mae…

-No ve que es feo que la gente que a uno lo conoció bien lo vea en la calle y le voltee la cara… o que le anden preguntando a uno qué le pasó…

-Mae, pero hay lugares donde lo pueden ayudar.

-No mae, eso es vara.

Una extraña sonrisa le comenzó a crecer muy lentamente en la cara, como un orgullo de saber algo que yo no sé. Obviamente, yo nunca he tenido que recurrir a pedir ayuda de ese tipo.

-Deje esa vara –le dije con un gesto dirigido a la botella -. Va a ver que por ahí puede empezar.

Para entonces me sorprendía a mi mismo hablando tan tranquilamente, como si fuera algo de todos los días toparse a alguien así en la calle. Todavía tenía mi mano sujeta y la apretaba un poco más.

-Suélteme mae.

-Mae tranqui, yo no le hago daño a nadie –repitió de nuevo -. Usted es amigo.

-Deme algo en serio, no ve que no me alcanza con las monedas.

-No puedo mae, no más.

Aflojó un poco la mano y aprovechó para quitarla.

-Yo le doy el iPhone, o el fierro –insistía él.

-No los quiero mae, no los ocupo –insistía yo.

-Usted no sabe…

-Yo sé lo que es andar sin plata, a mi me ha pasado.

-¿Todos los días?

La pregunta me desarmó un poco y de repente me encontré entonces mirando hacia mi lado izquierdo y descubriendo que una muchacha está recostada a unos quince metros de nosotros, algo asustada por tener que pasar frente a nuestra conversación y haciendo tiempo para ver qué hacer. Por un par de segundos en mi interior sentí algo parecido a un tonto orgullo que me dijo que había manejado bien la situación. No me considero un tipo valiente tampoco, pero nunca nadie me ha hecho enojar más allá de mi capacidad de disimular, y esta vez tampoco sucedía. Mientras tanto el sujeto delgado seguía hablando y repitiendo lo mismo, algo sobre no hacerle daño a nadie y necesitar un billete.

Cuando lo miré nuevamente a los ojos los encontré algo más vidriosos. Echó su cabeza ligeramente hacia atrás y volvió a sonreír con cierta jactancia.

-Bueno, ya me voy… -le dije volviendo a caminar.

-Mae, en serio… –me dice él a mi siguiéndome un paso más. Entonces me detuve de nuevo.

-…quiere que le pegue un fierrazo para que vea?

Esa fue la frase con la que di por terminada la conversación. Algo en mi interior me dio el consejo de no aguantar más, tendría que defenderme.

-¿Mae, me está amenazando? –le solté con algo de acidez. Los que me conocen bien saben que a veces puedo contestar como un completo amargado, aunque juro que no es adrede. Sin embargo, esta vez me sorprendió la respuesta:

-Eso es confianza –me dijo entonces el tipo, extendiéndome el puño para que se lo chocara nuevamente.

Lo hice.

Y se fue.

Me quedé solo tres segundos ahí, tratando de asimilar lo que acababa de pasar y descubrí que no había nada más que asimilar, que seguramente me había topado con un ladronzuelo que usó la táctica del buen tipo en el momento equivocado y en el sujeto erróneo, quizás le hubiese ido mejor con una simple amenaza o con algo más violento, porque insisto, no soy un tipo que inspire ni la más pequeña posibilidad de intimidación.

Claro que mis tontas suposiciones se fueron por el caño cuando solo unos segundos después volví a caminar y observo que por la calle pasaba un par de policías motorizados. Nunca sabré si el tipo vio venir a los policías a mi espalda y decidió dejar el asunto ahí. Supongo que así fue, aunque seguramente a mi ego le habría servido otra explicación, una que estuviera más relacionada con mi última respuesta.

-Camiseta verde y pantaloneta roja –le dije a otro policía unas cuadras más adelante, cuando este me preguntó por la apariencia del sujeto del que recién le acababa de hacer un breve comentario. Y es que mi política personal dice que una persona que puede hacerle daño a otra tiene que saber que en cualquier momento lleva todas las de perder. Después de todo… aquel muchacho no era de verdad mi amigo.

Lo más curioso de todo fue que, unos minutos después, mientras me disponía a subir al autobus camino a casa, metí la mano en mi bolsillo y descubrí que tenía más monedas de que andaba cuando salí del cine.