sábado, 20 de noviembre de 2010
Lo que aprendí teniendo 31...
domingo, 14 de noviembre de 2010
Renco y todo pero sigo
sábado, 6 de noviembre de 2010
El despegue
El día de la partida amaneció nublado. Algunos científicos vieron aquel blanco cielo como una amenaza al despegue, otros menos optimistas lo vieron como un mal presagio. Nosotros seguimos trabajando en poner a punto cada uno de los detalles del inicio de nuestra travesía y una vez abordo sólo tuvimos que esperar por algunas horas de buen clima. Y al fin se dio, cerca de la mitad de nuestro día las nubes se abrieron lo suficiente para recibir la aprobación.
Nuestra nave despegó horizontalmente, tomando velocidad para elevarse justo como lo haría cualquier avión comercial terrestre. Una vez estabilizado en vuelo fue alcanzado por una pequeña nave preparada que le suministró una recarga de combustible, el necesario para completar la siguiente fase de la puesta en órbita. Una ves terminado este proceso los instrumentos internos nos indicaron que los sistemas estaba preparados y Al-Norrin solicitó las últimas instrucciones a nuestra base, al recibirlas unos minutos después nos miró con una sonrisa en su rostro… “Vamos hacia las estrellas… es tiempo” fueron sus palabras. Le respondí con una risa nerviosa y luego miré a Lina-Bei, su mirada estaba en el espacio azul que se abría adelante y arriba, como tratando de adivinar lo que nos esperaba allí; entonces sintió mis ojos y me miró, su sonrisa tan llena de paz nos contagió a ambos hombres y fue el impulso necesario para encender los cohetes principales, que nos empujaron hacia el respaldar de los asientos y nos sacaron poco a poco de la atmósfera en medio de temblores y crujidos de la nave, era como si de repente no fuera capaz de soportar la presión de la gravedad que la halaba hacia abajo. De entre nosotros, sólo Al-Norrin había experimentado esa sensación, y aunque la confianza que teníamos en él era completa, nunca pudimos desprendernos del temor a la muerte.
De repente algunas cosas comenzaron a flotar en la cabina, entonces supimos que estábamos a salvo, en ese mismo instante los motores bajaron su intensidad y entramos en órbita. Los estudiosos de físicas y del comportamiento de las fuerzas universales debían estar realmente orgullosos en este momento, su misión comenzaba siendo un éxito, el primer paso estaba completado, habíamos escapado del interior de nuestro planeta.
Nuevo fragmento de la novela en proceso. Ya falta poquito, poquito.
jueves, 4 de noviembre de 2010
La vida es corta
lunes, 1 de noviembre de 2010
Música entre los árboles
Mi papá dice que este viaje es la última alternativa. Que aunque todavía podemos pasar años en la Tierra es mejor irse del planeta ahora que se puede y no esperar a que los cambios en el clima sean tan fuertes como para que no podamos despegar. A mí me hubiera gustado más quedarme. No me hace gracia la idea de vivir los próximos años entre un montón de paredes y sin salir a jugar con los amigos del barrio. Pero como dice mi papá, por unos años más, mejor no nos arriesgamos. Y la verdad es que si él lo dice, por algo será.
Lástima que ya no puedo volver a ver el parque donde jugábamos partidos larguísimos. Ni tampoco podemos volver a la colina desde donde nos tirábamos a esquiar sin esquís, levantando unas nubezotas de polvo mientras gritábamos de susto y de contentos.
Ya no podemos volver a esos lugares pero seguro hay algo bueno. Yo solo tengo ocho años y como dicen algunas personas, no he vivido tanto como para que no me pueda acostumbrar a otro lugar. Me imagino que algunos adultos tienen más razones para estar tristes. Porque, ¿qué va a pasar con los trabajos de todos? ¿para qué estudiaron tanto tiempo los que se graduaron ayer? Y el lugar al que vamos… ¿tendrá vacas o caballos? ¿o qué van a atender los vete… veterinarios?
Ojalá que el lugar al que lleguemos sea parecido a la Tierra. Que por lo menos tenga atardeceres rojos como los de aquí y que sople el viento, para que haga música entre los árboles. Ojalá que mis amigos puedan encontrarme cuando lleguemos. Que en estos años que nos toca viajar entre las estrellas a los adultos importantes, a esos que salen en la tele se les olvide cómo se hace la guerra, y que entiendan que es facilísimo ponerse de acuerdo cuando las cosas puedan ser malas para las dos partes. Y dicen que los niños no entendemos. No somos tan pequeñitos para no saber lo que nos va a tocar a nosotros cuando lleguemos, cuando termine este viaje al que mi papá le dice éxodo.