miércoles, 31 de marzo de 2010

460 gramos

Hoy descubrí que el proceso para donar sangre es bastante simple. Entrás, llenás un formulario, te pesan, te ve un médico general que pregunta varias cosas y te toma la presión. Luego te pasan a una sala grande donde la gente que está ya donando está sentada en unos sillones muy cómodos, mientras algunas otras personas esperan su turno; allí te punzan un dedo para hacerte la prueba de conteo de glóbulos rojos y te sentás vos también a esperar.
Cuando te llaman te sentás en los sillones (¿ya dije que eran muy cómodos?), te meten una agujita en el brazo y listo, la máquina hace casi todo el trabajo mientras vos te comés un confite.
Aproximadamente unos cinco minutos después te desconectan y que te quedás ahí mismo; otros cinco minutos después te llevan una bolsita con galletas y un jugo.
Salís pesando alrededor de 460 gramos menos, recogés tu carné de Donador Voluntario y listo, hay solo un par de pequeñas restricciones pero resulta bastante sencillo seguirlas.

Uno de los propósitos ya está cumplido, pero espero repetirlo al menos dos veces al año, realmente la experiencia y la sensación de estar ayudando a alguien que en el futuro lo necesitará es muy satisfactorio.

domingo, 21 de marzo de 2010

Soledad

-Yo soy la soledad de Manuel Acuña. Vivo junto a él cada momento de su vida, porque aunque lo rodean muchas personas, realmente Manuel siempre está conmigo. Es decir, tiene a mucha gente con él, pero a nadie en el corazón permanentemente. Por supuesto que si alguien llega a estar ahí alguna vez yo moriré, pero para eso vivimos las soledades, para morir contentas y satisfechas cuando nuestros acompañados encuentran a su persona ideal.

“Por lo general iniciamos nuestra convivencia junto a los hombres y mujeres cuando comienzan a fijarse en el sexo opuesto como posibles compañeros de por vida. Por eso, las primeras soledades de la gran mayoría de las personas viven muy poco, todo por culpa de los continuos y fugaces enamoramientos adolescentes.

“Manuel es de esas personas especiales en la vida. Puede ser que a primera vista parezca algo aburrido y carente de ambiciones, pero las tiene. Quizá sean fantasías, pero lo mucho que tengo de conocerlo me permite decir con total autoridad que va a lograr ser alguien. Siempre ha sido algo obsesivo, cuando se interesa en algo lo estudia a profundidad, por eso pasa contándole a la gente datos que vio en la televisión o leyó en alguna parte, informaciones que la gran mayoría consideraría innecesarias para el día a día de cualquier mortal. También es bastante paranoico, por eso me gusta pensar que de haber estudiado para paleontólogo habría revolucionado la ciencia, de un huesito diminuto podría imaginar el dinosaurio más fantástico nunca antes registrado, al igual que hace con las pistas que va encontrando en su rutina normal. Pistas, él ama las pistas y la semiótica, estudiar los signos de las cosas, asuntos como esos. A lo mejor incluso esa es una de las razones que alejan a muchas mujeres, imagino que algunas de ellas piensan que “este tipo no hace cosas normales, ¿qué clase de hombre es?”, y entonces se alejan buscando algo más seguro, más emocionante o menos intimidante, no sé. Creo que al final, este podría ser un punto a favor, si llega a conocer a alguien que de verdad vea más allá de su supuesta comodidad excesiva y esa falta de ambición que yo no creo padezca. ¡Pero cómo le ha costado! Aunque imagino que matarme a mi tampoco debe ser muy fácil cuando se es diferente a la mayoría de gente, cuando ni siquiera yo sé de donde puede haber salido un tipo así.

“Claro, yo no soy la primera soledad de Manuel. Hace años él mató a la primera que tuvo, y lo hizo con una hermosa mujer de cabello rojizo, con la cual convivió casi dos años. Fueron felices, pero no eran el uno para el otro, por lo menos eso creo, porque al final la pelirroja lo dejó por un tipo entrado en años y con dinero en demasía. Ahí fue cuando nací yo.

“Hoy Manuel tiene treinta y cuatro años y me ha provocado varios sustos dignos de infarto. Una vez se enamoró de una preciosa veinteañera que terminó rompiéndole el corazón justo antes de que a mi me dieran los primeros síntomas de muerte. Así es que hoy, si voltea a ver a una morena de largas piernas en la calle, si le sonríe a la rubia que lo observaba con picardía en el autobús, si estrecha la mano de su compañera de trabajo un segundo más de lo que debe… yo tiemblo un poco. Todos los días nos topamos con una potencial asesina de su soledad, que como ya mencioné, soy yo. No me malinterpreten, quiero lo mejor para Manuel, o Manu, en confianza. Como dije antes, las soledades somos un poco suicidas y morimos gustosamente con tal de ver felices a quienes acompañamos por un tiempo.

“Vivimos muchas cosas juntos: muy frecuentemente vamos a visitar a sus padres adoptivos y a las casas de sus varias amistades. Aunque he de confesar que estas últimas no me gustan mucho, siempre existe el peligro de que alguno de sus amigos le presente a una amiga bonita, que resulte ser ella. También voy con Manuel al cine, al teatro, al estadio, al parque, al trabajo y por supuesto lo acompaño horas y horas en su propia casa, un bonito lugar en un barrio cercano al centro de la capital, muy adecuado para la vida de soltero de mi querido acompañado. Me encanta verlo asomado a la ventana por las mañanas, mientras fuma el primer cigarrillo del día, justo después del café y las tostadas. Me encanta verlo cuando duerme en las tardes lluviosas y cuando sale a pasear solo porque sí. Es en esos momentos que caigo en la tentación de provocarle un suspiro, o muchos.

“Sin embargo, ahora estoy preocupada, últimamente me he pasado algunas horas en vela a su lado, preocupada por mi futuro. Y es que he oído algunos cuentos de hombres y mujeres que terminan sus días junto a su soledad de turno, pero temo que en mi caso, sin quererlo me he acostumbrado demasiado a la compañía de este hombre que me llena tanto. La costumbre es tan grande que creo podría decir he comenzado a enamorarme de este hombre. Por eso pido, todos los días, pido al cielo –y se que suena muy egoísta decirlo- que ninguna mujer se fije en Manuel; que ninguna mujer descubra de lo que se pierde al pasar de largo suyo, al no mirar en sus ojos profundos. Pido y suplico al cielo que Manuel sea solo para mi, una soledad egoísta y quizás hasta cruel, que se enamoró de su compañero de turno en la vida.

sábado, 20 de marzo de 2010

Una propuesta

Hace un año a estas alturas estaba sin brete, y como consecuencia lógica tenía muchísimo tiempo libre que dediqué a varias cosas. Anduve muchísimo por San José centro y almorcé cada que pude en el Mercado Central.
Acostumbrado a comer siempre en una soda en específico esa vez la encontré llenísima, por lo que tuve que pasarme, por primera vez a otra soda, que queda justo al lado. La señora que en su momento me atendió estaba de malas y me atendió como si fuera el hijo que le había quizás ocasionado el enfado, en todo caso no le di tampoco mucha bola, comí, pagué y me fui.
Una semana después decidí volver a comer ahí, después de todo la comida estaba rica. Recuerdo que me senté y busqué con la vista a la misma señora a ver si me atendía; cuando la localicé le estaba haciendo un mal modo alguien en otra mesa, entonces decidí molestarla con lo que creo es la mejor forma de perturbar a la gente que pasa atendiendo a sus clientes con el ceño fruncido: una sonrisa en la cara y una leve exageración de cortesía y cordialidad. Funcionó. Le contesté su amargo "¿Qué le sirvo?" con una sonrisa y un "¿Cómo le va?". En su cara se dibujó un gesto de sorpresa, luego algo de pena y finalmente salió una sonrisa para contestar "Bien, ¿y usted?"
Esto lo escribo porque actualmente, unos dos sábados al mes alterno mis almuerzos de mercado entre las sodas conocidas, ya hace mucho de eso y he repetido la operación cada vez que llego a la soda en cuestión, incluso a veces sin percatarme siquiera. Hoy que volví a la segunda soda, la señora estaba atendiendo con un gesto más cordial a la gente. No digo que mi gesto le haya cambiado la costumbre de fruncir el ceño, ni mucho menos, no podría jamás atribuirme semejante hazaña, pero sí quería proponer en este post que molestemos a esta gente.
Muchas veces nos quejamos de los cajeros que nos atienden de mal modo en los bancos, de los choferes de bus que maltratan a la gente, de la poca paciencia de las meseras de los restaurantes o de los taxistas... Pero, ¿por qué no molestarlos? Hagámoslo con un poquito más de cortesía, con una sonrisa que les incomode, viviendo más tranquilamente nosotros y dejándolos a ellos con su bilis. Ojo, realmente no se trata de una propuesta inocente para hacer de este mundo un lugar mejor (aunque podría ayudar indirectamente), se trata de un acto más bien egoísta, es echarles en cara que nosotros podemos ser felices y andar contentos en la calle a pesar de personas como ellas.
La señora de la soda del mercado ahora cambia la expresión cuando me atiende. Yo me gané un poquito más de tranquilidad al comer y quien sabe... a lo mejor sí le cambié en algo la forma de acercarse a los nuevos clientes, no vaya a ser que le vuelvan a tirar a la cara una sonrisa amena cuando menos se lo espera.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Hoy me pican los dedos

Siempre me ha gustado sentarme a escribir y rellenar los esqueletos de un montón de historias que nacen o me robo de la calle y de la vida. A veces no se trata ya ni siquiera de inventar tramas o relaciones entre personajes; esas veces las tramas ya tienen un camino y las relaciones ya están pensadas. Pero falta la carnita, narraciones y descripciones que son lo que finalmente separa una idea de otra muy parecida. Por eso es que realmente me cuesta disciplinarme para, cerrar las ventanas de Internet o msn, poner la música y acompañarse con la bebida correctas para que nada interfiera con un buen rato de redacción. 

Todo esto para decir que hoy amanecí con picazón en los dedos por escribir, no sé por qué, pero de lo que estoy seguro es de que hay un esqueleto de historia que no puede seguir mucho tiempo en ese estado, con la excusa de querer terminar primero una novela a la que le falta tan poco desde hace tanto tiempo que ha sido un relajo absoluto el no sentarme a terminarla.

Hoy decidí que este esqueleto sin nacer merece una oportunidad. Solo espero que la picazón dure hasta que puede sentarme esta noche frente a la compu y la página en blanco del capítulo uno.

lunes, 15 de marzo de 2010

Pip vs Finn

En el libro se llama Pip. En la película se llama Finn.

En el libro vive con su hermana y el esposo de esta, Jose (Joe, en inglés) Gargery. en una villa en las afueras de Londres, durante los primeros años del siglo 19. En la película se trata de una historia contemporánea de finales del siglo 20, Finn vive en Florida con su hermana y el marido de esta, a quien llama "Tío Joe".

En el libro la profesión de José es herrero, la misma ocupación en la que se espera trabaje Pip cuando crezca. En la cinta Joe es un pobre pescador, mismo trabajo que espera por Finn en su futuro.

En el libro Pip se encuentra con un convicto que ha escapado de prisión y es amenazado por él, con el objeto de conseguir comida; el niño le ayuda. En la película, Finn dibujaba en la costa cuando es atrapado por un convicto recién escapado de la cárcel; amenazado, le ayuda a conseguir comida para el día siguiente.

En el libro conoce a la señorita Havisham en una especie de trabajo temporal en su mansión, donde también vive Estela, una niña bastante odiosa, de la que se enamora casi de inmediato. El nombre de la mujer que le da trabajo a Finn en la película es Ms. Dinsmoor, quien igualmente lo alberga en su mansión para que le haga compañía. También conoce a Estela, allí también es odiosa, allí también se enamora de ella.

En ambas obras la vieja ha criado a Estela como una herramienta de venganza personal hacia los hombres, como represalia a la traición pasada de un hombre.

En el texto de Dickens pasan algunos años, la hermana de Pip es asaltada en casa, provocándole un daño muy grave y Pip comienza a trabajar con Joe, pero una especie de herencia-adopción de parte de algún desconocido benefactor le hace acreedor a importantes sumas de dinero; entonces Pip debe viajar a Londres, donde vivirá como un joven adulto de posición acomodada. En la película de Cuarón pasan los años, la hermana de Finn los ha abandonado y ha sido el Tío Joe quien lo ha criado cuando llega la misma noticia del benefactor; Finn se va a vivir a la ciudad de Nueva York, donde se le dice que el dinero heredado tiene como finalidad convertirlo en un pintor reconocido.

Pip siguen enamorado de Estela, quien le rompe el corazón tal y como a muchos otros hombres, para satisfacción de la señorita Havisham. En la película Estela también complace a la vieja.

En el texto original Estela se casa con otro y Pip descubre que su beneficiario no es la señorita Havisham como sospechaba, sino aquel convicto que encontró de niño (llamado Provis), ahora convertido en un hombre rico tras años de trabajo arduo en el extranjero. En la versión filmada, la misma noche en que Finn recibe finalmente el reconocimiento público como un gran pintor Estela se va con su prometido y también Finn escubre que su benefactor no era Ms. Dinsmoor, sino aquel convicto de su niñez (llamado acá Arthur Lustig).

Del libro no pienso contar el final. De la película menos.

En la novela existe una mayor cantidad de personajes secundarios, incluyendo un mejor amigo para Pip y varios personajes que viven en la aldea y en el propio Londres. La película omite la existencia de muchos de los personajes secundarios de la novela, para enfocarse solamente en unos cuantos.
El libro original es de Charles Dickens. La película es una versión libre de Alfonso Cuarón.


miércoles, 10 de marzo de 2010

Terror sobre nosotros

El inclemente paisaje blanco los empapaba con sus elementos: nieve, viento, nieve, frío, nieve. Viajar por el desierto helado nunca era rutina, aún si se estaba viajando al poblado más cercano, nunca se sabía lo que podía pasar.

Aquellos nueve hombres formaban una fila que avanzaba lentamente; caminando fatigados con sus cargas y su equipo en la espalda. Vestían gruesos trajes que los protegían del inclemente frío, calentándolos un poco en medio de todo ese infierno de hielo y viento, en donde sus pensamientos giraban entre mareos provocados por la prolongada exposición a las bajas temperaturas, a las cuales siempre terminaban acostumbrándose dolorosamente.

De repente algo cambió, en aquel paisaje había algo nuevo. Un ruido. Un sonido extraño sobre sus cabezas, alto en el cielo. Sefan, el líder de la marcha miró hacia arriba, inquieto. En medio de la tormenta de nieve que los encerraba cegándolos, una nave surcaba el cielo con dificultad en un extraño movimiento con el que despedía un humo negro, que dibujaba una temblorosa estela de muerte anticipada. Los caminantes la observaron y con asombrados ojos notaron que poco a poco giraba hacia ellos, hacia su posición en medio del mar blanco.

Aquellos hombres cansados comenzaron a desesperarse, a correr e intentar escapar de lo extrañamente encontrado en medio de la nada y del todo, como un destino macabro burlándose de ellos. Gritaban y buscaban una vaga esperanza de salvación.

Sefan observaba la situación de pie, quieto en medio del caos de gritos y oraciones del resto de los hombres. Aquel valiente líder había recorrido miles de millas por todo el planeta, combatiendo fuerzas militares de oposición y buscando aventuras de cuando en cuando. Tras los gruesos cristales de sus lentes parecía desafiar al destino, al que apuntaba con sus ojos negros, como fuegos negros que miraban a la muerte de frente, con tranquilidad.

La nave, en su descontrol continuaba acercándose frenéticamente, como si su último deseo fuera llevarse consigo a esos hombres desafiantes del destino.

Sefan seguía quieto. Fe, desafío, arrogancia o miedo lo mantenían en su posición. El seguía con su vista clavada al frente y en un segundo tuvo una extraña certeza de supervivencia. Entonces sucedió lo esperanzado, la desgracia en llamas no los tocó; pasó cerca pero sobre ellos y se precipitó a tierra a apenas unas cuantas decenas de metros, la distancia suficiente para no verse envueltos en la sorda primera explosión del golpe.

Mientras algunos de los hombres lloraban y otros reían, una presentida pesadilla hizo que Sefan volteara hacia la desgraciada nave. No se trataba de una nave cualquiera; no era nave inocente, pertenecía a las fuerzas especiales detonadoras de armas atómicas, como lo mostraba el signo circular formado por triángulos que apuntaban hacia el centro. El peligro no había pasado, acababa de estrellarse en sus propias narices. Sefan lo entendió entonces y en medio de sus hombres sintió el verdadero pánico de la muerte entrar por sus ojos, enfriándole aún más las entrañas. Se tiró a tierra y empezó a cavar una esperanza en la dura nieve. Sus hombres lo imitaron y entre todos le robaron centímetros al suelo, haciendo un escape hacia abajo que también podría convertirse en sus tumbas en cualquier momento. Sefan siguió avanzando hacia abajo, y creyó cavar hasta la eternidad con movimientos lentos e insuficientes, hasta que el viento de muerte pasó sobre él.


Este texto es viejito, viejito (creo que debe ser como del 2002, se trata de uno de los primeros cuentos que escribí cuando me dio la loquera de escribir historias pensadas para ser ilustradas en cómic).

Burocracia

Sacó de la bolsa interna de su chaqueta ambos documentos y los colocó en el mostrador mientras el empleado de gobierno sacaba de una gaveta una especie de libro de actas. Buscó una página en específico y comenzó a examinar un listado, tratando de encontrar en este el código del proyecto de investigación señalado en el fax. Una vez que lo hizo tomó los documentos del detective y luego de examinarlos durante un par de segundos volvió al sujeto que tenía delante, de arriba abajo otra vez. Por un momento Oliver se sintió como una estatua siendo observada por su escultor, cuando este recién la termina y busca imperfecciones que corregir. Ese pensamiento le trajo una pequeña sonrisa a los labios, que el burócrata interpretó de otra forma, retirando entonces sus ojos del detective. El librito de permiso de trabajo recibió el primer sello de la mañana.

-Gracias, tenga muy buenos días –le dijo Oliver al alejarse de aquel mostrador.

-Con gusto –le contestó a secas el burócrata.

-Pie derecho para comenzar –volvió a murmurar para sí mismo el detective.

Tres horas después, con cuatro sellos en su libreta de permiso de trabajo se dirigió a la última estación de su vía crucis personal.

-Buenos días –le dijo con poco ánimo a la mujer que le recibió tras el mostrador de turno.

-Hola, buenos días –le sonrió de vuelta ella.

-Vengo por el sello final de aprobación –le comentó extendiéndole la libreta. Ella la tomó con la misma sonrisa en su boca y luego levantó la vista.

-Permítame sólo un minuto, ya vuelvo.

Se retiró hacia alguna parte trasera de la oficina y volvió un par de minutos después, trayendo con ella un sello oficial, un poco más pequeño que los demás ya impresos en aquellas hojas. Por un instante Oliver estuvo tentado a hacerle conversación, pero algo dentro de él le hizo callar.

-Listo –le sonrió ella -. Todo listo para comenzar, detective Dobles.

-Muy amable, buenos días.

Entonces se retiró del mostrador pensando en todo menos su trabajo. Por su cabeza pasaban frases rebuscadas, excusas tontas para iniciar una conversación, para extender el diálogo, todas las opciones cuyo uso acababa de desechar. Sonrió, aunque no supo por qué.


Este es otro fragmentito de la novela en proceso y que ahora estoy considerando no dejarla en el formato literario "normal". Originalmente la idea era crearla como una novela gráfica. Creo que podría considerar trabajarla de nuevo en esa forma.