lunes, 21 de noviembre de 2011

PEARL JAM en Costa Rica: 20 momentos para siempre

Podrían ser 100, pero voy a tratar de dejar los momentos inolvidables en solo veinte:
1. Correr junto a los amigos hacia el área frente al escenario, completamente vacía.
2. Ver apagarse las luces y esperar ansiosamente para saber cuál va a ser la primera pieza.
3. Comenzar a escuchar Go, y pensar "esto se va a caer".
4. Sentir la presión de muuuucha, mucha gente y de alguna forma saber que tenés todo bajo control. O que uno es más fuerte de lo que pensó -para mi tamañito al menos!
5. Contradictoriamente: temer por la propia vida durante un par de segundos.
6. Sentir, más que cantar Elderly woman...
7. Identificar los acordes de Given to fly -de mis favoritas.
8. Saltar, saltar y saltar con The Fixer. Hay muchas canciones que me gustan más, pero esta la disfruté tanates.
9. Sorprenderme de oír Deep, una "canción muy vieja", y Oceans, "un pedido" -en palabras de Vedder.
10. Escuchar las primeras notas de Do the Evolution y en medio de la gente pensar: "Hasta acá me la prestó Dios".
11. Ver a Stone tocar Do the Evolution, quizás sea uno de los de más bajo perfil de la banda, pero el tipo es increíble.
12. Simplemente sentir Alive.
13. Cantar y saltar al máximo durante Rearviewmirror.
14. La piel de gallina al cantar Black, sin importar la apretazón de gente.
15. Cada uno de los solos de Mike McCready. Punto y aparte. Cómo vive y se divierte este tipo en tarima.
16. Escuchar Better Man y acordarme de alguien.
17. La sapiencia de Vedder, cuando le tiraron una bandera de Honduras y él, sin desprecios ni gestos extraños optó por colocarla discretamente cerca de la base de la batería, como diciendo "evitemos cualquier malentendido".
18. Eddie literalmente colgando del micrófono, cansado pero al mismo tiempo lleno de energía. Más adelante me impresionó verlo azotándolo contra el suelo (al final de Once, creo) y luego recogerlo, voltearnos a ver, reírse y poner unos "ojos de loco" que en lo personal me transportó a los 90's.
19. Ver a Jeff emocionado al final, mientras ellos nos saludaban al final y la gente les pedía Porch.
20. Despertar un día después y que el concierto aún le duela a uno en el cuerpo.
Foto tomada de nacion.com

lunes, 7 de noviembre de 2011

De robots

Los robots flotaban lentamente entre los escombros de la ciudad, como parte del proceso de limpieza automatizada que dictaba el protocolo de desastres. Cada una de las diferentes unidades tenía tareas específicas para las que habían sido diseñadas y construidas. Estaban los que simplemente levantaban estructuras hasta los que, como diminutas ratas, buscaban el más pequeño indicio de vida en el área. Otro tipo de robots se encargaba de encontrar, identificar y enterrar los cuerpos de los que no lograron escapar a tiempo.

El accidente nuclear se había producido en la planta más cercana a la comunidad portuaria de aquel enorme país. Casi de inmediato los planes de evacuación comenzaron a funcionar como se esperaba, alejando a cientos de miles de personas de una ciudad que no volvería a ser la misma jamás. Cada uno de los movimientos de los robots era medido cautelosamente por una matriz general, ubicada a kilómetros de distancia, más allá de la barrera que dividía la zona del desastre de aquellas áreas del país que se habían librado de los efectos del accidente. La zona de radiación se había establecido tomando en cuenta la geografía y los cambios de dirección de los vientos en esta época del año, por lo que el viaje desde un punto al otro requería de varias horas y muchos protocolos de seguridad. Los encargados de la planificación de aquella ciudad habían imaginado, quizás demasiado bien para una mente humana sana, las consecuencias de un evento de este tipo y gracias a eso las consecuencias no habían sido mayores. Sin embargo, los números eran escalofriantes: ochenta mil muertes, doscientas mil personas desaparecidas y cinco millones evacuadas a otras áreas y en busca de un nuevo hogar.

Había pasado más de cuatro día y los robots seguían su labor de limpieza cuando comenzaron registrar la señal de alerta que indicaba una presencia orgánica cercana. Algo respiraba entre los escombros.