martes, 31 de julio de 2012

"Las posesiones", para recomendar

La guerra tiene consecuencias de todo tipo, eso todos lo sabemos. Sin embargo (y afortunadamente para nosotros) siempre que hablamos de la guerra la imaginamos muy lejos de aquí, geográfica o temporalmente, lo que no la hace tan diferente al argumento que vemos en algún momento en las salas de cine o que leemos en las páginas de un libro cualquiera. Siempre se nos ha presentado la guerra como aquella enorme máquina que mata gente y que destruye ciudades, un gran evento de suelta bombas desde el cielo y agujerea hombres en los campos de batalla, pero lo cierto es que se trata de una especie de apocalipsis personal para quien la vive en carne propia, para quienes corren delante de una balacera o ven su vida atrapada por los conflictos.

Aunque también narra acciones de enfrentamientos bélicos (Guerra del 48) en "Las posesiones", Carlos Alvarado nos acercamos no al conflicto bélico que podemos imaginar con solo cerrar los ojos (gracias al cine, por ejemplo), sino más bien a las consecuencias muy personales en la vida de alguien que resulta víctima de la guerra (la Segunda Guerra Mundial). Marcos Arias denuncia secretamente a su amigo Stefan Smitz y este es encarcelado en una especie de centro de detención para alemanes e italianos que durante la Segunda Guerra Mundial operó en nuestro país... como uno de varios. Lo peor para el acusado es tener que separarse de Beatriz, la mujer que ama y que, engañada, terminará con los años casándose con Marcos.
Es doloroso ver cómo las cartas de Stefan se van llenando de desesperación y angustia conforme va pasando el tiempo y sigue sin tener respuesta de su amada Beatriz o su "amigo" Marcos, pero por otro lado se agradece que el libro no se convierta en una mera enumeración de eventos históricos ni se llene de situaciones tan manoseadas y fácilmente sensibleras como ya existen en tantas obras literarias y cinematográficas. Se agradece que la historia critique este pecado de Marcos pero que de forma ágil se mueva hacia hechos más recientes, donde podemos ser parte de una nueva historia que involucra a los descendientes del pecador y en particular a la hija que procreó fuera de ese matrimonio tan reprobable.
Ana es la hija que Marcos tuvo por fuera, y su historia es una fresca y moderna manera de relatarnos hechos en el San José que conocemos; es una historia llena de conversaciones de pareja, entabladas con su esposo Samuel y en donde la cotidianidad y hasta ciertas pinceladas de sospechas sobrenaturales nos presentan un contexto ideal para relacionarnos y pensar en cómo podríamos nosotros actuar en el caso de estar en la situación de los personajes, situación que obviamente tiene que ver con los pecados del pasado, aunque no hayan sido cometidos por ella.

En lo personal me alegra ver una evolución en la obra de Carlos Alvarado, sobre todo una mayor sapiencia a la hora de amarrar unos asuntos con otros sin que se sienta que estamos leyendo historias sueltas unidas a la fuerza, acá da gusto ir cerrando el círculo mientras leemos. Da gusto ver que tenemos autores para rato en nuestro medio literario. 

miércoles, 18 de julio de 2012

Fragmento de una obra que no se ha dejado terminar

La nuestra fue una travesía tan larga y tan extraordinaria que hoy siento una tristeza enorme, algo que no puedo explicar con palabras, al menos no en los idiomas humanos. Sé que soy el culpable de mis propias tragedias, pero son las tragedias sufridas por mis dos compañeros de viaje las que no puedo perdonarme. También sé que puedo ser el principal culpable de las futuras tragedias que puedan sucederle a los habitantes de mi pueblo y al resto de los habitantes de mi planeta. Por eso he decidido retrasar la inevitable desgracia que sé les llegará algún día; para hacerlo, mi vida y todo lo que representa mi esencia deben dejar de existir.

Si alguna vez este diario o la información contenida aquí llega a conocimiento de alguno de los habitantes de mi planeta pido se me perdone, aunque parezca imposible, espero me recuerden como alguien que solamente quiso lo mejor para todos, alguien que solamente buscó el conocimiento como herramienta para seguir creciendo como civilización. Pido también el perdón de mis hermanos perdidos, el de todos aquellos que puedan ser señalados como ayudantes de mi extraordinario y desgraciado destino y pido también el perdón del orden universal, porque con nuestro viaje y nuestras acciones le hemos abierto los ojos a un monstruo.