sábado, 25 de julio de 2009

Éxodos: Madre Guerra

Como si se tratara de una labor cotidiana, aquel tipo tomó el quieto bulto que era Michel y lo cargó en hombros, camino al auxilio. El rescatado, casi inconsciente, ni siquiera pudo percatarse que la mitad de su ser físico se estaba quedando atrás, solamente para ser devorada por los perros enemigos que los perseguían a unos cientos de metros.

Emanuel corría como impulsado por algún suceso natural, más que la batalla misma, una más de las tantas que habían librado en esa guerra de pesadilla que soñaban cada día, con ojos abiertos y cerrados. Tropezó un par de veces contra algunos cuerpos inmóviles del suelo, objetos que para él podían ser cualquier cosa: brazos, piernas, troncos, armas, cascos, botas... al no poder verlos, en su frenética huída.

De improviso detuvo su carrera. Había perdido por completo el sentido de la orientación y ahora estaba rodeado de una extraña oscuridad purpúrea. Es esta zona del bosque los árboles crecían retorcidos, eran siniestras siluetas que aparentaban sufrir ante las últimas luces de un atardecer.

Recordando proyectos pendientes. Fragmento del guión literario que generó "Madre Guerra" (ilustrado por Mario Espinoza), uno de los relatos en cómic del proyecto "Éxodos".

lunes, 20 de julio de 2009

Norte..?

Y bueno... me dieron ganas de cambiarle el nombre a este blog. 
Creo que he tenido este espacio por mucho tiempo sin un fin determinado y es hora de encontrarle un objetivo un poquito más serio.
Por ahora se trata de un lugar donde las ficciones (entendiéndose esto como historias, ya si son reales o no déjenmelo a mí) tengan un espacio donde estirar las piernas.

martes, 14 de julio de 2009

Otro pedacito del texto de la novela (en proceso)

Pasó frente a una sala de videojuegos y se detuvo a mirar por el escaparate. Adentro, adolescentes de ambos sexos se daban gusto demostrando sus habilidades para controlar determinados juegos. Algunos se mofaban de los menos diestros cuando su auto virtual de carreras se estrellaba contra la pared luego de no tomar una curva, otros apoyaban con vítores al ganador de una sangrienta batalla entre luchadores de algún torneo ficticio de artes marciales y los más callados quizás miraban nerviosamente por encima del hombro de algún chico que mataba gigantes, golpeándole los ojos con sus propias manos, virtualmente al menos. La galería era una especie de bodega enorme, remodelada especialmente para permitir la separación entre las consolas y la necesaria instalación del aire acondicionado. Después de ver risas y reclamos mezclados en las caras de aquellos jóvenes despreocupados, Oliver se despegó del escaparate y siguió su marcha en silencio.

 Caminar por las calles de Tokio era una difícil prueba para su concentración. Simplemente había demasiadas personas para su gusto, él era más bien un ser reservado, de poco socializar, aunque definitivamente no un ermitaño… aún. Y dado que en su hotel no encontró las condiciones adecuadas para hacer crecer si investigación, decidió salir a recorrer las calles inundadas de gente, chocar contra las personas descuidadas, observar el ambiente, pensar en las posibilidades que alguien que huye podría utilizar para su beneficio. 

Compró un café para llevar en un restaurante de comida rápida y siguió avanzando sin un rumbo definido, absorto en pensamientos e hipótesis tan descabelladas como quizá obvias. Para él cada nueva calle era invisible, sus ojos hacían el trabajo que debían pero el cerebro no codificaba la información recibida.

miércoles, 8 de julio de 2009

Fragmento de próxima novela (ya casi está.. jeje)

Oliver escuchó repetir el timbre del fax un par de veces y esperó a que el ruido de la impresión saliendo acabara para levantarse a recoger el documento. La semana pasada había trabajado en tres casos simultáneos y las horas de sueño entonces perdidas aún le pasaban la factura. Fatigosamente apoyó ambas manos en los brazos de su silla y se acercó a la máquina, arrancó la hoja de papel y comenzó a leer el encabezado, se sorprendió de que no tuviera un nombre específico a quien dirigirse, por lo general los casos venían con la solicitud expresa de ser atendidos por un detective en especial, a menos que se tratara de un caso remitido directamente por el gobierno, al que le importaba poco la lista de credenciales de un hombre a quien solamente se le exigía resolver un caso, completar con éxito una especie de obra en concesión, cuya naturaleza simplemente resultaba ser algo diferente esta vez.