sábado, 31 de octubre de 2009

"Amigo" (Parte 1)

31 de octubre, Paseo Colón, 6:15 p.m. aprox.

La película de la Sala Garbo estuvo bien, nada realmente maravilloso esta vez pero al menos con la suficiente calidad para no salir decepcionado. Decidí caminar hasta el cajero de Torre Mercedes y a medio camino observé a una pareja en dirección contraria con la compañía de un tipo que los incomodaba, “una monedita o lo que tenga” me imaginé inmediatamente.

El trío pasó a mi lado y efectivamente confirmé mis sospechas, un joven delgado, sucio y algo impertinente buscaba ganarse algunas monedas con el timo del pobrecito. Desgraciadamente también confirmé mi segunda sospecha casi de inmediato, ante la negativa de la pareja y mi paso por ese lugar, el tipo decidió dejarlos y venir tras de mí, por lo que, previniendo una posible sorpresa volteé un par de pasos más adelante para “saludar” al nada grato sujeto, eso sí, sin detenerme del todo.

-¿Qué dice, compa? –lo saludo antes que diga nada.

-¿Todo bien, mi amigo? –respondió a modo de saludo.

Se acercó y me extendió el puño para que se lo chocara. Lo hice y continué caminando a su lado sin perder de vista ni uno solo de sus movimientos. Ví venir la típica solicitud de plata y esta llegó. Fácil de preveer.

-Compa, ¿no tiene alguito, viera que…?

-¿Qué fue mae? –le contesté entonces un poco hastiado de tener que oír a continuación una historia que supe de inmediato sería inventada y repetida de memoria varias docenas de veces esa noche. En su mano izquierda cargaba una botella de Big Cola y en la izquierda la colilla de un cigarro que apenas terminó lanzó al suelo.

-Diay usted sabe cómo es… –me dijo, como continuando la conversación.

-¿Anda bien portado mae o no? –le dije mientras cruza la calle a mi lado. Para entonces ya llevábamos media cuadra caminando.

-Me extraña amigo, yo no le hago daño a nadie.

-¿Cuánto ocupa?

-Diay sinceramente una librita, no ve que nada que me salen las cosas…

-Mae no, déjeme ver si ando menudo.

-¡Diay mae es que la vara está fea y qué va…! Deme un billete para ver si me acuerdo qué se siente tener uno.

-No, un billete no –le dije mientras sacaba de la bolsa pequeña del pantalón varias monedas y seguía pendiente de sus manos, que vacilaban entre gesticular algo o meterse en la bolsa derecha de su pantaloneta. Finalmente hizo esto último y aunque no me moví, mis alertas se encendieron. El joven delgado sacó un menudo y me hizo una extraña propuesta:

-Amigo, vea, deme un billete, yo le puedo dar este plata que ando ahí.

En mi mano había cuatrocientos colones, poco más o menos, y sobre esas monedas el joven dejó caer las monedas que se acababa de sacar de la bolsa.

-No mae, un billete no -le repetí.

-Es para no andarle haciendo daño a nadie compa, vea en serio. Ahí tengo un fierro pero yo no le hago daño a la gente –repitió  su vez -. Un billete, primo. Se lo puedo dar, el fierro, para que se defienda.

-¿Para qué? No lo quiero mae.

Seguramente algo en mi cara evidenció entonces un poco de enojo y al mirarlo entonces cambió de estrategia, por otra igualmente absurda:

-¿Sabe qué tengo? Ahí yo tengo un iPhone, se lo puedo dar amigo, en serio.

-No lo necesito.

-Compa en serio.

-¿Qué anda en esa botella? –le dije cambiando el tema y atacándolo con una pregunta que fijo no esperaba.

-Coca.

-¿Seguro?

-Diay no, Centenario es lo que ando.

-¿Y para qué, mae? –le pregunté, reclamándole como le he reclamado muchas veces por otras cosas a mis hermanos menores en el pasado. De repente incluso me encontré sorprendiéndome por eso.

-Diay mae, no crea… agüeva que la gente lo trate mal a uno, que lo vea feo y no le dé nada.

-Mae pero usted está entero, puede bretear.

-No mae, no me dan brete, ya lo he intentado.

-¿Seguro?

-Mae, usted no sabe lo que es andar sin plata – me dijo levantando los ojos.

Le sostuve la mirada y descubrí entonces lo mucho que seguramente para ese momento le ha llegado ya el ron y cualquier otra cosa que andaba en su organismo. En ese momento me sentí seguro, siempre he pensado en que lo más importante en un caso de asalto son los reflejos del tipo que lo hace, y este flaco, aún siendo unos diez o cinco centímetros más alto que yo no resultaría problema si tuviera que defenderme en ese momento. Y no es que yo sea un tipo grande o robusto, muy por el contrario, carezco de ambas características.

Continuará


2 comentarios:

Nane dijo...

Si... espero que continúe!!

Gi dijo...

Está interesante el relato... para cuándo la segunda parte??