lunes, 18 de octubre de 2010

No necesitamos los ojos para ver el color del paraíso

Acabo de ver El color del paraíso en la Sala Garbo, como parte de su nuevo espacio El público presenta y tengo que confesar que no la había visto, pecado cinéfilo que se había extendido por 6 años ya.
La historia es bastante simple, Mohammad es un niño ciego en un internado para niños ciegos que está a punto de salir a vacaciones de 3 meses. Su padre es renuente a que su hijo viaje a casa con él pues lo ve como un obstáculo para rehacer su vida y conseguir una nueva esposa que lo cuide cuando sea viejo. Sin embargo, aunque renuente lleva a su hijo a casa donde sus hermanas y su abuela lo esperan con los brazos abiertos y llenos de cariño. Mohammad es un niño estudioso y muy inteligente, siempre pendiente de los sonidos que lo rodean y queriendo aprender todo lo que puede, incluso en lugares que a simple vista no nos enseñarían nada, así llega a descubrir incluso alfabetos braile escritos en los granos del trigo, en la arena de playa y en el golpeteo que un pájaro carpintero hace en la madera. Pero pese a todo esto el padre decide deshacerse de él para asegurar su propio futuro y se lo entrega a un carpintero ciego para que lo críe como su aprendiz. Allí, Mohammad llora su sentimiento de abandonado:
"Nadie me quiere, ni siquiera mi abuela. Todo el mundo se aleja de mí porque soy ciego. Si pudiera ver podría ir a la escuela del pueblo con los otros niños, pero como no puedo ver tengo que ir a la escuela para niños ciegos en el otro extremo del mundo. Nuestro profesor dijo que Dios ama a los ciegos porque no pueden ver y yo le dije que si fuera así no nos habría hecho ciegos, para que pudiéramos verlo a él. Me contestó que Dios es invisible, está en todas, puedes sentirlo cerca, lo ves a través de la punta de los dedos. Ahora tiendo las manos por todas partes buscando a Dios hasta que puedo tocarlo y pueda contarle todos los secretos de mi corazón". El carpintero solo puede coincidir con Mohammad, dándole la razón a su profesor.
Sin embargo, había un detalle que el niño no conocía, su abuela sí lo quiso, siempre. Y es por eso que cuando ella se entera de lo que hace el padre del niño decida marcharse de la casa en medio de una tormenta, cayendo enferma y un poco tiempo después falleciendo, con una sonrisa en el rostro, pues segundos antes de morir vio a Dios, imaginándolo como su pequeño nieto.
Y ese es el gran mensaje de la película, lo que a mi parecer la convierte en una joya del cine. Dios (o la mayor deidad en la que se crea) está siempre alrededor nuestro, en el canto de las aves que escucha Mohammad, en los granos del trigo, la arena de playa, las piedras del río, el martilleo de los pájaros carpinteros contra los troncos y además, como también lo ve su abuela, en las personas que amamos, principalmente en los niños.

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