domingo, 16 de octubre de 2011

Prestar las sillas

Estaba tirado en la hamaca leyendo cuando escuché a una vecina cercana llamar a la casa de al lado, donde viven mis tías:
-Mariiii...
-¿Holaaa?
-¿Cómo está?
-Bien, ¿y usted?
-Bien también, gracias a Dios. Dice mi mamá que si usted nos puede prestar las sillas.
-Sí, claro, pase.
De inmediato volvieron a mi memoria tantos momentos del pasado aquí en Turri, cuando era normal que los rezos familiares del niño o de algún aniversario de muertos fueran eventos vecinales donde las casas se llenaban de invitados y los miembros de las familias se convertían en grandes anfitriones sin importar la sencillez de sus hogares.

Y es que en Turrialba muchas de esas cosas se siguen viendo, en menor cantidad y en medio de barrios donde percibo constantes cambios cada vez que regreso, en mi visita mensual. Siguen viéndose cosas así; ahí queda la respuesta para la gente que me pregunta sobre las razones para viajar hasta acá ocasionalmente los fines de semana. Yo le llamaría recarga de baterías, del cuerpo, del alma y de la mente.

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