miércoles, 30 de junio de 2010

César

Cuando uno es adolescente la muerte es algo muy lejano. No se acostumbra pensar que alguna vez verás morir a tus amigos de juegos, de barrio, de vida. Con el paso de los años se va tomando consciencia de la mortalidad propia y ajena y vamos viendo como nuestros abuelos, tíos, vecinos, padres o amigos nos van dejando para no volver más. Recuerdo incluso ver en el rostro de mi abuelo la callada tristeza de tener que despedir a tantas amistades de su juventud. Lo cierto es que poco a poco vamos contemplando la muerte como la única certeza en algún momento de nuestra existencia, un "algún" que es "final", así de fácil.
Anoche se nos fue un amigo de infancia y de adolescencia.
César era un tipo alegre a pesar de todo, siempre curioso de niño, siempre cercano a la familia de muchacho, siempre vivaz de adulto. De cariño le decíamos "Larry", no me pregunten por qué, nunca lo supe.
No fue mi mejor amigo ni el tipo más santo (estaba lejos de serlo en realidad) pero hasta donde sé fue siempre leal a sus amigos más cercanos, entre ellos mi hermano. Y eso se agradece. Es cierto que no tuvo las mismas oportunidades de muchos de nosotros, que a lo mejor los pasos que siguió no lo llevaron por el mejor de los caminos, pero siempre tuvo una palabra amable para mí, un abrazo para mi familia y una sonrisa honesta para el grupo de amigos completo. Y es que creo que a veces no necesitamos que la persona que nos deja sea el mejor de los amigos o que represente una parte fundamental de nuestra familia para que su vida nos deje una enseñanza; César nos la dejó a su manera, viviendo la vida con todo lo que pudo, sonriendo en las buenas y en las malas, sin importarle muchas veces la respuesta de la gente.
Ayer César se fue después de pelearla bastante. Se fue al lugar de donde creo todos venimos. Sé que a todos nos duele, sé que a mi hermano le duele aún más, porque se trata de la pérdida de un gran amigo al que él apoyó y defendió tantas veces como pudo.
Hacia el final de su vida quiso cambiar muchas cosas de sí mismo, para bien, pensando quizás en su familia y en la posibilidad de recuperar aquellas oportunidades que muchas veces lo esquivaron, y a mi no me queda más que respetar la memoria de un compa que tantas veces corrió a nuestro lado mientras pateábamos una bola durante toda la tarde de todas las tardes de vacaciones.
¡Ya nos veremos, Larry!

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