domingo, 1 de noviembre de 2009

"Amigo" (Parte 2 y final)

Previamente en "Amigo"

Le sostuve la mirada y descubrí entonces lo mucho que seguramente para ese momento le ha llegado ya el ron y cualquier otra cosa que andaba en su organismo. En ese momento me sentí seguro, siempre he pensado en que lo más importante en un caso de asalto son los reflejos del tipo que lo hace, y este flaco, aún siendo unos diez o cinco centímetros más alto que yo no resultaría problema si tuviera que defenderme en ese momento. Y no es que yo sea un tipo grande o robusto, muy por el contrario, carezco de ambas características.


Continuación

31 de octubre, Paseo Colón, 6:20 p.m. aprox.

Unos segundos después me extendió no el puño sino la mano y se la dí, para ver si así me dejaba en paz, pero el tipo haló mi mano hacia él y no le vi intención de soltarme mientras me hablaba de nuevo:

-Compa, yo no lo voy a joder, si así fuera ya lo hubiera hecho y lo hubiera dejado ahí sentado, pero no…

En ese instante sentí un arranque de cólera y a la vez me quise reír, por la amenaza solapada. Pero no respondí en ninguno de esos sentidos.

-Suélteme mae…

-No ve que es feo que la gente que a uno lo conoció bien lo vea en la calle y le voltee la cara… o que le anden preguntando a uno qué le pasó…

-Mae, pero hay lugares donde lo pueden ayudar.

-No mae, eso es vara.

Una extraña sonrisa le comenzó a crecer muy lentamente en la cara, como un orgullo de saber algo que yo no sé. Obviamente, yo nunca he tenido que recurrir a pedir ayuda de ese tipo.

-Deje esa vara –le dije con un gesto dirigido a la botella -. Va a ver que por ahí puede empezar.

Para entonces me sorprendía a mi mismo hablando tan tranquilamente, como si fuera algo de todos los días toparse a alguien así en la calle. Todavía tenía mi mano sujeta y la apretaba un poco más.

-Suélteme mae.

-Mae tranqui, yo no le hago daño a nadie –repitió de nuevo -. Usted es amigo.

-Deme algo en serio, no ve que no me alcanza con las monedas.

-No puedo mae, no más.

Aflojó un poco la mano y aprovechó para quitarla.

-Yo le doy el iPhone, o el fierro –insistía él.

-No los quiero mae, no los ocupo –insistía yo.

-Usted no sabe…

-Yo sé lo que es andar sin plata, a mi me ha pasado.

-¿Todos los días?

La pregunta me desarmó un poco y de repente me encontré entonces mirando hacia mi lado izquierdo y descubriendo que una muchacha está recostada a unos quince metros de nosotros, algo asustada por tener que pasar frente a nuestra conversación y haciendo tiempo para ver qué hacer. Por un par de segundos en mi interior sentí algo parecido a un tonto orgullo que me dijo que había manejado bien la situación. No me considero un tipo valiente tampoco, pero nunca nadie me ha hecho enojar más allá de mi capacidad de disimular, y esta vez tampoco sucedía. Mientras tanto el sujeto delgado seguía hablando y repitiendo lo mismo, algo sobre no hacerle daño a nadie y necesitar un billete.

Cuando lo miré nuevamente a los ojos los encontré algo más vidriosos. Echó su cabeza ligeramente hacia atrás y volvió a sonreír con cierta jactancia.

-Bueno, ya me voy… -le dije volviendo a caminar.

-Mae, en serio… –me dice él a mi siguiéndome un paso más. Entonces me detuve de nuevo.

-…quiere que le pegue un fierrazo para que vea?

Esa fue la frase con la que di por terminada la conversación. Algo en mi interior me dio el consejo de no aguantar más, tendría que defenderme.

-¿Mae, me está amenazando? –le solté con algo de acidez. Los que me conocen bien saben que a veces puedo contestar como un completo amargado, aunque juro que no es adrede. Sin embargo, esta vez me sorprendió la respuesta:

-Eso es confianza –me dijo entonces el tipo, extendiéndome el puño para que se lo chocara nuevamente.

Lo hice.

Y se fue.

Me quedé solo tres segundos ahí, tratando de asimilar lo que acababa de pasar y descubrí que no había nada más que asimilar, que seguramente me había topado con un ladronzuelo que usó la táctica del buen tipo en el momento equivocado y en el sujeto erróneo, quizás le hubiese ido mejor con una simple amenaza o con algo más violento, porque insisto, no soy un tipo que inspire ni la más pequeña posibilidad de intimidación.

Claro que mis tontas suposiciones se fueron por el caño cuando solo unos segundos después volví a caminar y observo que por la calle pasaba un par de policías motorizados. Nunca sabré si el tipo vio venir a los policías a mi espalda y decidió dejar el asunto ahí. Supongo que así fue, aunque seguramente a mi ego le habría servido otra explicación, una que estuviera más relacionada con mi última respuesta.

-Camiseta verde y pantaloneta roja –le dije a otro policía unas cuadras más adelante, cuando este me preguntó por la apariencia del sujeto del que recién le acababa de hacer un breve comentario. Y es que mi política personal dice que una persona que puede hacerle daño a otra tiene que saber que en cualquier momento lleva todas las de perder. Después de todo… aquel muchacho no era de verdad mi amigo.

Lo más curioso de todo fue que, unos minutos después, mientras me disponía a subir al autobus camino a casa, metí la mano en mi bolsillo y descubrí que tenía más monedas de que andaba cuando salí del cine.

2 comentarios:

werner matarrita dijo...

Entretenida historia. Sutil sorpresa al final. Pregunta de continuidad: ¿iPhone o iPod?

Edward dijo...

Tenés razón con lo de la continuidad, jejeje. Es iPhone. Corregido, gracias!