domingo, 4 de septiembre de 2011

3 grandes obras y lo que yo quiero hacer

El trabajo ajeno motiva, sobre todo el bueno. Ni siquiera tiene que tratarse de alguien que hace lo mismo que uno, puede tratarse simplemente de algo similar, aunque perfectamente puede estar expresado de una manera distinta. Me explico: en estos últimos diez días he podido ver tres películas de gran calidad, de temas diferentes pero que en ellas retratan las historias que viven, sufren y maravillan tres escritores. No se trata de que yo me considere uno de ellos porque estoy muy lejos de serlo, pero realmente he llegado a ilusionarme con la capacidad de contar historias desde diferentes medios, ópticas y motivaciones. El cómic me sirvió hace unos años y hoy disfruto tratando de hacerlo a través de la fotografía, incluso mi trabajo como redactor publicitario me lo permite en ocasiones... pero la literatura es un área que sigue fascinándome.

Antes de seguir, se me olvidaba, las películas que causan esto son, en el orden en que las vi, las siguientes:
Medianoche en París, de Woody Allen.
El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella.
El regreso, de Hernám Jiménez.
Las tres son grandes obras por razones y en contextos diferentes, y me resulta curioso que, sin querer las haya visto en cuestión de contextos, de más internacional a más casera.
* Woody Allen ha sido un grande del cine con películas que siempre se sienten nuevas aunque repita cosas, siempre sorprenden de una u otra forma; incluso sus obras menores tienen momentos que permiten exprimir detalles relevantes de relaciones humanas extremadamente cotidianas. Con Medianoche en París nos recuerda lo mucho que debe importarnos nuestra propia felicidad por encima de meros espejismos.
* Campanella y su "Secreto..." le regaló a mi gusto por el cine la película del año. El guión perfecto, los diálogos justos y la combinación entre drama, suspenso y humor son simplemente maravillosos; además de que los giros narrativos son poco comunes. Aunque admito con pena que mi ego salió alimentado al terminar la película justo como en el fondo pedía que terminara, con el giro que imaginé desde los primeros 25 minutos.
Y luego de ver El Regreso, segundo largometraje de Hernán Jiménez, me queda esa espinita de saber que sí se puede contar una buena historia en Costa Rica. Saber que una historia no tiene que ser extremadamente elaborada para calar en la gente y que un final abierto no la ofende, más bien le dice que cada quien puede poner las escenas que al final se imagine.

Quizás parezca raro que tres películas alteren de alguna forma mis proyectos literarios, pero no los veo como medios ajenos entre sí, solamente distintas formas de expresión, las historias (y sobre todo las buenas) se agradecen, sin importar el medio en que nos llegan.

Hoy engaveto un proyecto que he trabajo por un par de años, pero que no quiere crecer por ahora, no parece querer cerrarse y por eso prefiero alejarme un poquito para luego volver con nuevos ojos a esas viejas letras. Pienso entrarle fuertemente a dos nuevos proyectos que me motivan de una forma diferente en este momento, una novela que he venido cocinando lentamente en cuanto a estructura y un nuevo proyecto de cómic junto a un gran artista costarricense. Solo el tiempo dirá cuantas satisfacciones podrán venir de estas decisiones.

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