lunes, 18 de abril de 2011

Mis marcadores de lectura

Hace unos días mi amiga Mich publicó los libros que le traen recuerdos y evocan hechos o momentos importantes en su vida (pasen a darse una vueltica por su blog, recomendadísimo: http://cronicasjuglar.blogspot.com/). Lo cierto es que como colega come-libros me sentí en la envidiosa necesidad de hacer un post con mis correspondientes marcadores.
Cuentos de angustias y paisajes. Me huele a las clases de español en la escuela y las de artes plásticas en el cole, era como una antología prestada para crear imágenes... y conocer lugares.
El Principito y Cocorí. Cuentos tan simples como hermosos, ¡cómo dicen tanto en tan pocas páginas! El Principito lo leí ya tarde en la vida, pero igual me enganchó para leerlo varias veces más. El libro tico, ilustraciones de Hugo Díaz incluidas es una joya; aún pienso en lo increíble que sería hacer una adaptación de Cocorí al cine.
Jorge Debravo. Lo pongo así, como autor porque me cuesta trabajo determinar una sola de sus obras; me llama demasiado la atención la obsesión que tenía con la muerte, además, la poesía ha sido pilar en tiempos difíciles.
20.000 leguas de viaje submarino. Fue con este libro que me enamoré de la lectura (y de la ciencia ficción al mismo tiempo), estaba en 8vo grado.
Las aventuras de Tom Sawyer. Junto con el anterior lo recibí prestado de un compañero de clases que presumía del gusto de leer libros adicionales a los que nos asignaba el programa de estudios. Me pareció que yo podía adoptar la costumbre y así fue. Años después, Marcos Ramírez se le plantó a la par en calidad. Tengo que admitir que Huckleberry está en la lista de espera desde hace demasiado tiempo.
Cien años de soledad. Mucho gusto, Don Gabriel, un verdadero placer. ¿Existe una mejor manera de conocer a Gabo que comenzar con esta novela? Culpable: mi papá. Recuerdo que desde que yo era pequeño él coleccionaba muchos libros de una editorial llamada Círculo de Lectores y siempre quise ponerle las manos encima a este, que tenía en la portada la foto de una viejita muy viejita.
Senderos de libertad. En 1998 comencé a viajar a la U, de Turri a Chepe. Fue por entonces que uno de mis primos (que ya lo había hecho algún tiempo) supo que iba a necesitar buenas lecturas para entretenerme, me prestó este libro que cuenta la historia de Chico Mendes y en paralelo la de Pernambuco, un pistolero contratado para matarlo. Es un libro verde, pro-Amazonia... maravilloso; con personajes reales y mucha investigación detrás (hasta menciona a Lula Da Silva, en tiempos que era sindicalista, creo).
El sitio de las abras. Otro de los libros "robados" de la biblioteca de mi papá, con este me di cuenta que Fabián Dobles es el papá de los tomates entre los escritores ticos.
Farenheit 451 y ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Más ciencia ficción para terminar de convencerme, lecturas que siempre andaban en mi salveque en mi época UCR.
La metamorfosis. Definitivamente me gusta pensar que nunca lo voy a entender del todo, no quiero tener una única interpretación de la novela, no quise eso cuando la leí entrando a la U, ni la he querido tener luego de un par de lecturas adicionales, cada vez le pongo una metáfora diferente al insecto.
El coronel no tiene quien le escriba. En la U salir de clases a medio día y tener que entrar de nuevo en la noche se presta para muchas cosas, una tarde me metí a la Biblioteca Carlos Monge y me leí este libro de una sentada, aunque tengo que admitir que cabeceé un par de veces a causa de la marea alcalina.
El Profeta. Otro pilar para tiempos extraños. Interesante. Comenzando a pasarla mal en mi primer trabajo me llamó demasiado la atención la forma de mostrar la sabiduría acumulada.
El Jardinero. Lo compré en una feriecita en la Facultad de Educación de la UCR hace mucho y solo podría agregar, de nuevo: "Encantado de conocerle, Sr. Tagore".
El otoño del patriarca. Aunque duré como un mes con este, recuerdo en especial estar leyendo unas cuentas páginas en una parada de autobús de Quepos a Manuel Antonio. Este libro (prácticamente sin puntos ni comas) me enseñó que podés escribir como te dé la gana siempre y cuando tengás algo bueno qué contar.
Crimen y castigo. Lo saqué para unas vacaciones de medio año de la U. Me lo llevé para Turri y me enamoré de Dostoievski. Paranoia, psicología, profundidad en los personajes, ambientes nostálgicos... siempre me pareció un libro perfecto.
Benedetti. Lo pongo como un todo porque Marito es Marito. Sus novelas son buenas, su poesía maravillosa, pero sus cuentos... con vidas comprimidas en párrafos hermosos, así de simple. Le debo muchos Requiems con tostadas a Don Mario, cómo sufrí su enfermedad y su muerte.
Violent cases. Tenía que incluir algo de la época en que conocí las novelas gráficas y la excusa perfecta para que mis amistades tomaran en serio el cómic; ya no se trataba solo de revistitas, también eran libros, artes impresionantes y este en específico es una maravilla de texto y arte perfectamente unidos.
El Señor de los Anillos. Simplemente tenía que estar en la lista. A principios del 2000 mi amigo Oscar Ibarra quería que le escribiera una historia para Demacros, un personaje de cómic que había creado, tipo Conan. Recuerdo que entre las referencias venía anotado el nombre de la trilogía de Tolkien y recuerdo también la cara de incredulidad cuando le pregunté de qué trataba la novela. Por dicha pude encontrar todos los libros y leerlos un año antes de que el cine me mostrara las caras de todos los personajes.
Gabriela, clavo y canela. Mi hermano lo tenía guardando polvo y se lo robé por un par de semanas, hace ya algunos años. Migración latinoamericana, poblados llenos de voces y vidas mágicas, otra joya.
El ascenso y la caída del Tercer Reich. Casi dos mil páginas de historia pura, en inglés. En teoría es mala combinación y sí, duré un año leyendo, pero aprendí tantas cosas que quería conocer que solo puedo agradecer que tanta maldad y estupidez no se han vuelto a juntar. Un libro que abre la mente, enseña de tolerancia y que sí se puede aprender de errores ajenos.
Pride of Baghdad. Otra novela gráfica, una excelente manera de entender que la crítica no tiene que sentirse siempre tan chancletuda y sí, un gringo puede estar en desacuerdo con la ocupación de Irak de parte de su propio gobierno.
La carretera. Yo sé que suena masoquista pero me gusta terminar un libro y lamentar que se haya acabado. La narrativa de esta novela me mantuvo tan interesado que me dolió por igual el cómo acaba y el tener que darle la vuelta a la última página, pero esa sensación significa que algo te ha cambiado por dentro.
La casa verde. Lo odié durante muchas páginas porque no entendía nada y justo a la mitad estaba tan atrapado que lo odié por hacerme quererlo, jaja. De lo mejor que me leí el año pasado cuando sentía que muchos libros que elegía me decepcionaban.

Mich sí, la conversa da para un café, jaja.

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