martes, 6 de julio de 2010

Silencios que emocionan

Es impresionante lo poco que necesitamos para emocionarnos, a veces tan solo silencios. Cuando se trata de "A ojos cerrados" fue cuestión de saber colocarlos en el momento exacto, complementarlos con una historia que sentimos propia y cercana, sin vueltas innecesarias o ilógicas, con una música intimista que guíe algunas sensaciones y con unas actuaciones siempre naturales, como evidencia de nuestra forma de vivir y de decir las cosas.
En la pantalla vi muchas escenas compartidas en familia, muy parecidas a lo que en muchos momentos vivimos mis padres y yo, mis abuelos y yo, mis hermanos y yo. Cuando tenés una familia unida muchas veces no se necesitan grandes dramas ni conversaciones sobre filosofía complicada para sentirse lleno, a uno le basta con tirarse a la cama en su compañía y vegetar juntos, justo como en una escena de la película.
Hernán Jiménez y su equipo nos regalan una obra lindísima, enmarcada entre el verde de los árboles de un patio y el azul del mar. Nos maravilla el color, nos enorgullece cada paisaje, nos sacan sonrisas los diálogos y nos emociona el audio cuidadísimo (casi siempre un problema en muchas producciones nacionales).
Obviamente no es un trabajo perfecto, tiene sus defectos como todo. Sí, quizás es una película con corazón de cortometraje por su sencillez, pero... ¿y qué? En lo personal me resulta impresionante ver cómo se logró estirar una historia relativamente cotidiana (con todo y la muerte de alguien querido) hasta el punto justo y necesario, sin que sobre nada, sin que incomoden las escenas largas y lentas, sin que digamos 'a mi no me importa'. esta vez nos importa, porque puede ser cualquiera de nosotros.
En fin, pesan mucho más las virtudes, ese manejo casi artesanal de la cámara en ciertas secuencias y en muchas tomas que nos sirven de contextualización, pesa el acierto en los primeros planos donde entramos a buscar pensamientos en los tristes ojos de Gabo, pesa el manejo del humor cómplice y no burlista de los viejos, pesa -y mucho- la elegancia de la edición. Esa es la palabra: elegancia. Sencillez con elegancia, una mezcla que termina creando una película inspiradora y que de paso nos recuerda (¡y en qué momento tan preciso!) la importancia de la familia. Felicidades a Hernán y todos los involucrados.

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